Uso eficiente del agua
Las situaciones de sequía que se van sucediendo en nuestras latitudes mediterráneas sirven al menos para darnos cuenta del valor del agua, aunque con las abundantes lluvias de los últimos meses ya casi nos hemos olvidado...ya se sabe, de Santa Barbara solo nos acordamos cuando truena. Cada vez son más las empresas, entidades, fábricas o particulares que se plantean la posibilidad de gastar menos agua y en algunos casos, utilizar agua no potable para usos que lo puedan permitir. Los países mediterráneos siempre han sufrido los efectos de las sequías y sus habitantes se han ingeniado para aprovechar el agua hasta la última gota, pero a lo largo del siglo XX nos hemos ido olvidando del gran valor que supone disponer del preciado elemento y ahora estamos pagando la factura.
En la España seca de los siglos VIII a X, donde las lluvias son esporádicas e irregulares en intensidad y distribución, se inició un sistema de regadío que significó una auténtica revolución agrícola, permitiendo cultivar productos procedentes de oriente, hasta entonces deconocidos en el continente europeo. La diversidad de frutas y verduras fue espectacular en aquellos años, y todo ello gracias a un inteligente aprovechamiento del agua de lluvia, con nuevas tecnologías hidráulicas, sistemas de captación, canalización, almacenamiento y distribución del agua. De hecho aprovecharon los sistemas de riego de los romanos y añadiendo las técnicas orientales que ya conocían, consiguieron un aprovechamiento excepcional del agua. Cuántas palabras relacionadas con el riego o obras hidráulicas tienen origen árabe: “sèquia”, “sínia”, “noria”, “safareig”, "alberca", "aljibe"…Se servían de los desniveles del suelo y a través de canales o acequias, hacían fluir el agua de los ríos, sirviéndose de presas para retenerla. Se excababan pozos y se extraía el agua mediante poleas, ruedas elevadoras o cigüeñales.
A partir del siglo X se instalan una gran cantidad de norias accionadas por energía hidráulica. El sistema de regadío del río Segura era muy similar al del Nilo. Sobre todo en épocas de escasez de precipitaciones se servían de zahoríes para localizar aguas subterráneas. Para la distribución del agua se servían de complejos y extensas redes de acequias subdivididas en conducciones menores. Clasificaban las aguas en “lluvias, ríos, pozos y fuentes”, cada una con propiedades y efectos diferentes sobre los cultivos. En las zonas donde escaseaba más, las aguas de los baños eran utilizadas después para el riego y así se aprovechaban al máximo los recursos existentes (¡cuánto hemos de aprender de ellos¡). El agua de los baños de Alhama de Murcia servía, ya en el siglo XIII para regar las tierras. También en situaciones de exceso de humedad por demasiada lluvia (normalmente a causa de fuertes temporales de levante), o por tratarse de zonas turbosas o pantanosas, utilizaban técnicas de drenaje y desecación, como rodear los campos de anchas y profundas acequias que recogían el agua encharcada y la reutilizaban posteriormente.
Aún hoy en día encontramos numerosos ejemplos de almacenamiento de agua de esa época. En Canillas de Aceituno (Málaga) hay un aljibe o depósito donde se almacena el agua de lluvia del año 1000 donde todavía hoy los vecinos llenan sus garrafas con agua para lavar.
El Albaicín granadino en la época musulmana se abastecía únicamente de agua de lluvia almacenada en aljibes, algunos de los cuales aún continuan utilizándose. La inteligencia en el pasado para la correcta utilizació del agua.
Alfred Rodríguez Picó