Meteorología y relatos bélicos

Meteorología y relatos bélicos
Autor: Alfred Rodríguez Picó - Director de TAIKOMETEOROLOGIA. Meteorólogo con más de 30 años de experiencia en TV3, Catalunya Ràdio, La Vanguardia, El Periódico y otros medios, así como profesor y conferenciante con más de 1500 charlas impartidas.
24 de septiembre, 2018

Las predicciones meteorológicas no han servido únicamente para saber si la agricultura se verá beneficiada por la lluvia o si podremos tomar el sol o abrigarnos más. Muchos países en guerra han utilizado las predicciones como medio para llevar a cabo ataques por sorpresa e incluso invasiones terribles. Explicamos algunos ejemplos que lo demuestran.

Cuando Hitler estaba a punto de invadir Noruega y Dinamarca, consultó al mejor meteorólogo para que le hiciera unas predicciones de toda Europa por zonas. Se guardó de indicarle la zona que le interesaba. La fecha de la invasión se hizo de acuerdo con las predicciones recibidas que por cierto salieron al pie de la letra. Hitler agradecido con el meteorólogo le regaló un reloj de oro con una inscripción personalizada.

Uno de los ejemplos más destacados en la que las predicciones meteorológicas jugaron un papel fundamental fue el ataque a Pearl Harbour. Los japoneses se pusieron en contacto con varios meteorólogos para conseguir una fecha y una hora concretas para la invasión. Y esperaron la llegada de un frente frío. El ataque fulminante de la escuadra y de la aviación nipona en las instalaciones militares estadounidenses de Pearl Harbour fue un éxito gracias al aprovechamiento de la llegada de este frente frío que comportaba una masa de nubes . Los aviones estaban escondidos en esta masa nubosa. Cuando el frente frío se alejó y el cielo se aclaró, los aviones aparecieron por sorpresa provocando el desenlace de todos conocido.

El desastre de la Armada Invencible. En 1588, Felipe II envió a la Armada Invencible contra Inglaterra. Partió de Lisboa con 130 barcos, más de 8000 marinos, más de 2000 remeros y casi 20.000 hombres de guerra. Ya un poco más al norte de Finisterre una borrasca provocó daños en algunas naves. La causa principal no fue la perturbación en sí, sino que los navíos estaban más preparados para navegar por la ruta de las Indias que para navegar por zonas europeas donde los temporales atlánticos pueden ser muy violentos. Cerca de Inglaterra las contingencias bélicas fueron a más y la Armada invencible tuvo que retirarse hacia el Mar del Norte, y ahí fue donde una nueva y enorme tormenta provocó el hundimiento de 63 navíos muriendo 8000 personas. Fue la noche del 8 al 9 de agosto. Es curioso observar cómo pasó en unas fechas en las que no hay habitualmente grandes borrascas en esta zona. Felipe II al conocer la noticia exclamó: "Yo no envié mis naves a luchar contra los temporales". Otra catástrofe ocurrió en noviembre de 1854 en la Guerra de Crimea. Una flota de los países aliados que luchaba con la Rusia zarista sufrió grandes pérdidas al encontrarse con una violenta borrasca en el Mar Negro. Napoleón III encargó al astrónomo Leverrier que hiciera un informe del suceso. Investigó y gracias a los ínfimas datos de los pocos observatorios de la zona obtuvo la trayectoria de la borrasca.

Y acabaremos estos relatos "bélico-meteorológicos" con el desastre de la Sémillante. Francia intervino destacadamente en la Guerra de Crimea (1853 a1856). El 14 de febrero de 1854 partió de Toulon, en el sur de Francia, una espléndida fragata llamada la Sémillante. Su destino era el Mar Negro y estaba cargada con 400 toneladas de material bélico.

La tripulación constaba de 350 hombres a la que había que añadir 400 pasajeros. A pocos kilómetros de su partida el viento comenzó a soplar del suroeste, cada vez más fuerte y el cielo se iba cargando de nubes. A la altura de Córcega el tiempo se complicó con viento muy fuerte y lluvia constante. Las olas superaban los tres metros. Faltaba poco para llegar a Cerdeña cuando el comandante de la fragata ordenó pasar por el estrecho de Bonifacio, que separa Córcega y Cerdeña, creyendo que el temporal sería menos duro. Fue la peor decisión de su vida. El temporal se fortaleció aún más, convirtiéndose casi en huracán. El viento del sur arrancaba algunos techos de la localidad de Bonifacio y las olas llegaban a los 8 metros. A las 11 de la mañana del día 15 el guarda del faro del cabo de Testa entrevió confusamente un navío que navegaba a la deriva, perdiéndosede  vista a los pocos minutos. Una hora más tarde el huracanado viento del sur lanzó el barco contra las islas Lavezzi que no son más que un grupo de islotes y arrecifes. Desde la costa se escuchó un ruido largo y sordo, como un trueno. El barco chocó violentamente contra los arrecifes. El pánico a bordo tuvo que ser indescriptible. No hubo supervivientes. Ese mismo año el gobierno francés creó una red de observatorios meteorológicos en todos sus territorios para predecir catástrofes como el de la Sémillante.

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