Expedición al límite

Expedición al límite
Autor: Alfred Rodríguez Picó - Director de TAIKOMETEOROLOGIA. Meteorólogo con más de 30 años de experiencia en TV3, Catalunya Ràdio, La Vanguardia, El Periódico y otros medios, así como profesor y conferenciante con más de 1500 charlas impartidas.
29 de junio, 2018

Estos días estoy releyendo "Las aventuras del capitán Hatteras" de Jules Verne, és la tercera vez y estoy disfrutando como la primera. Es la historia del capitán Hatteras, inglés por más señas (importante para lo que tiene que suceder...), que se embarca en el "Avante" con una tripulación "diversa" con el objetivo de ser los primeros en llegar al Polo Norte. Aventuras trepidantes, situaciones extremas, fenómenos meteorológicos increibles...una primera parte relativamente creible y una segunda en la que la imaginación llega a límites perfectamente Vernianos. Esta lectura me ha llevado a explicarles las aventuras reales vividas por Douglas Mawson a primeros del siglo XX. Introdúzcase en la época y seguro que, a pesar del calor de estos días, empezará a tener escalofríos.

Si Shackleton, Scott o Amudsen tuvieron que soportar grandes temporales y duras pruebas para descubrir nuevos territorios del continente antártico, Douglas Mawson (1882-1958) vivió verdaderon peligros, incluso más terribles que los de Shackleton. El geólogo y explorador británico realizó su primera expedición al continente helado en 1907 con 25 años, siendo miembro de Ernest Shackelton. Fue el primero en ascender el volcán activo Erebus, descubriendo en el interior de su cráter un lago de lava incandescente. En 1911 organizó su propia expedición a bordo del barco Aurora. Partió el 2 de diciembre de ese año hacia el sur desde Hobart en Tasmania descubriendo la tierra de Wilkens y Tierra Reina Mary. Se adentraron por el continente y como el invierno estaba a punto de llegar, establecieron una base en uno de los lugares más ventosos del mundo. En la estación meteorológica que instalaron llegaron a registrar ráfagas de 320 km/h. El 15 de noviembre de 1912, a finales de la primavera, Mawson, el geólogo suízo Mertz y el teniente británico Ninnis cogieron 3 trineos arrastrados por 48 perros e niciaron la exploración de la Tierra de George V a lo largo de 300 kms. Se desató un gran temporal de nieve con viento sostenido de 115 km/h, tuviendo que esperar inmovilizados 3 días. El cuarto día amaneció despejado y el científico suízo quiso hacer una exploración con esquís, observando una enorme grieta medio oculta por la nieve. Decidieron pasar por encima ya que la capa de nieve parecía bastante sólida. Mawson pasó primero sin dificultad pero el teniente Ninnis con su trineo que portaba la carga principal, fue engullido por la grieta. Mawson y Mertz se quedaron sin nada. 

El teniente Ninnis acababa de precipitarse por una profunda grieta en el hielo antártico. Con él también murieron un buen número de perros, desapareciendo el trineo que portaba la carga principal con la mayor parte de víveres. La situación era desesperada. El explorador Douglas Mawson y el científico suízo Mertz miraron a través de la grieta: tan solo se oía el penoso aullido de algún perro moribundo. Aún estaban a 510 kms. de la base donde se encontraba atracado el barco Aurora. En uno de los trineos encontraron algunas latas de comida. Pasaron 10 penosos días, teniendo que sacrificar algunos perros para alimentarse ellos mismos y a los otros perros. Avanzaban 10 kms. por día. Mertz empezó a encontrarse mal, desarrollando disentería que acabó con su vida el 7 de enero de 1913. Mawson absolutamente desolado continuó avanzando sintiendo un principio de congelación en los pies. Estaba exhausto y al borde de la locura. Cayó en una grieta quedando colgando por su arnés. A punto estuvo de cortarlo con un cuchillo pero una fuerza interior le hizo cambiar de opinión. Quería seguir luchando. Le quedaban 135 kms. El 29 de enero encontró una cueva de nieve construida por sus compañeros de expedición que le estaban buscando. Había una nota diciéndole que le esperaban en el “Aurora”. Nuevamente prosiguió hacia su destino en medio de una tormenta de nieve. Por fin alcanzó la zona donde se encontraba la base, pero sus ojos vieron horrorizados como el “Aurora” se encontraba en el horizonte: acababa de partir. Inmediatamente vió que siete hombres se habían quedado para esperarlo. Tuvieron que pasar todo el invierno, pero esta vez bien abastecidos. El 24 de diciembre de 1913 fueron recogidos por el “Aurora”.

Alfred Rodríguez Picó

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